Johnny Cueto quería ser taekwondista cuando descubrió el ajedrez. Su padre le enseñó un poco y con eso fue suficiente. Pero quizás su mayor inspiración para dejar todo y perseguir su sueño fue Fabio Zambrana, de Azul Azul. La sacrificada vida del primer Maestro Internacional de ajedrez de Bolivia es la de muchos deportistas en el país.

Johnny me pide que lo espere unos minutos. Son las cinco de la tarde de un julio diferente. Las calles del centro de la ciudad lucen desiertas porque la restricción vehicular empezó hace una hora. La mayoría de los negocios cierra al mediodía y otros aún no tienen autorización para volver a operar. Decir que vivimos en Zombilandia se ha convertido en un lugar común. Al frente del local de Johnny, donde hace menos de un año se inauguraba una tienda de cómics, la fachada de blindex deja ver que ahora solo hay cartones en el piso y en la puerta un letrero anuncia que el lugar está disponible para alquilar. Es uno de los tantos negocios de Santa Cruz que desapareció desde que el virus llegó en marzo (2020). A Johnny en cambio no le ha ido tan mal, ha venido todos los días a su tienda de DVDs y Blu-rays piratas, incluso sábados y domingos. No es que haya habido una gran demanda, solo que no podía estar sin trabajar porque vive de esto. Además, como muchos estrenos del cine se fueron directo al streaming, tenía que descargarlos por si alguien los pedía. En esta pequeña pieza, ubicada a cuadra y media de la plaza 24 de Septiembre, las paredes están repletas de películas y series. En un rincón, al lado del baño, hay una bicicleta de carreras, y en otro rincón, una moto que se sacó a crédito a insistencia de su hermano. En un mostrador, donde antes solo había videos, ahora también hay una caja con barbijos a la venta. Johnny me llama, me dice “ahora sí”.
– ¿Cuál es tu película favorita de ajedrez?
– Mmm, son varias, pero ahorita se me ocurre decirte Pawn sacrifice, porque Bobby Fischer luchó contra el sistema y yo me identifico con eso.
Pawn sacrifice es una biopic de 2014 sobre Bobby Fischer, el genio que en 1972 se convirtió en el primer estadounidense campeón del mundo de ajedrez al derrotar a Boris Spassky de la Unión Soviética —los soviéticos eran hegemonía en esa disciplina—. Todo esto en el contexto de la Guerra Fría que libraban capitalistas y comunistas. En la película hay un momento que muestra la locura desatada en Estados Unidos cuando Fischer está por consagrarse: los parques y plazas aparecen llenos de gente jugando ajedrez, le dan un gran espacio en la radio, la televisión y los periódicos.
Johnny vivió algo parecido el 2000. Ese año tenía altas chances de ser el primer Maestro Internacional (MI) de Bolivia. La prensa, los fanáticos del ajedrez y de otros deportes estaban pendientes de esta posibilidad. En un suplemento semanal infantil lo enseñaron durante meses por este motivo. Siendo un deporte amateur y poco vistoso, el ajedrez se convirtió en una moda en un país futbolero que todavía tenía la resaca por la clasificación de la selección al Mundial de 1994. Cuando en mayo del 2000 Johnny por fin lo logró, hasta el presidente del país, el general Hugo Banzer, lo distinguió en un acto especial en el Palacio de Gobierno (Banzer y Fischer tenían algo en común: Henry Kissinger les ordenó a ambos acabar con los comunistas). Con ese triunfo se convirtió en el primer ajedrecista —y único, hasta ahora— en ganar la Victoria Alada Dorada, un reconocimiento que los periodistas de Santa Cruz otorgan cada año al mejor deportista de esta región.
Siendo un deporte amateur y poco vistoso, el ajedrez se convirtió en una moda en un país futbolero que todavía tenía la resaca por la clasificación de la selección al Mundial de 1994.
– ¿Ya pasaron 20 años de eso? Oye, es harto tiempo —dice Johnny, mientras acomoda 16 piezas blancas y 16 negras en un tablero.
Johnny tenía 16 años cuando descubrió el ajedrez, en 1988, una edad más bien tardía para iniciarse en el ‘deporte ciencia’ -la página chess.com sugiere: «las complejidades del ajedrez requieren años de trabajo para dominarlas, y un niño que empieza a jugar entre los cinco y los ocho años aproximadamente, tiene ventaja»-. Fischer, a los 15 años, ya era Gran Maestro (GM); el actual campeón del mundo, el noruego Magnus Carlsen, fue GM a los 13 y, a finales de 2019, el estadounidense Abhimanyu Mishra se convirtió en el MI más joven de la historia con solo 10 años. Johnny parecía ir en busca del tiempo perdido y ese mismo año que aprendió a jugar ganó su primer título: Campeón Nacional Sub-20. En 1989 tuvo su primer torneo fuera, en Puerto Rico. Allá conoció una realidad desalentadora: los ajedrecistas de otros países viajaban con sus entrenadores, incluso con psicólogos. Recibían apoyo de sus gobiernos. Johnny, en cambio, viviría la falta de apoyo a lo largo de su carrera.
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Estamos en 1992, Fischer y Spassky juegan en una Yugoslavia decadente la revancha de aquel match de 1972. Spassky -que ahora tiene la nacionalidad francesa- vuelve a perder, y Fischer –que estaba prohibido de jugar ahí- gana también una orden de captura de parte de su país que lo perseguirá hasta su muerte en 2008. En 1992 Johnny ya lleva cuatro años compitiendo. También estudia, está en su tercer año de Ingeniería Informática, porque sabe que necesitará una profesión, y también trabaja, porque tiene que pagarse esos estudios. El ajedrez está por quedarse de lado. Johnny está desorientado. Pero una noche, en la universidad, tiene un momento epifánico: están en un examen, no pasan diez minutos cuando un compañero se levanta y entrega el suyo. Se lo encuentra en el patio, le pregunta cómo lo hizo.
– Entregué la hoja en blanco. Me cago en esto. Lo voy dejar y dedicarme a mi verdadera pasión: la música.
Ese tipo decidido es Fabio Zambrana (Azul Azul). Johnny ni se imagina lo que años después Fabio hará con la música, pero su tesón lo convence. Él también deja la universidad. Meses después, dejará el trabajo. La carrera como jugador de ajedrez se afirma, lo que quiere decir que tendrá que vivir de eso.
Mario Iver López era presidente de la Federación Boliviana de Ajedrez cuando Johnny ganó el título de MI. Lleva 50 años en este deporte, lo introdujo Mario Dario, su padre (que fue el primer cruceño en ser campeón nacional en 1963. Ese año viajó a un campeonato a Cuba y conoció al Che Guevara, quien le escribió una dedicatoria en un libro sobre el héroe Raúl Capablanca. Mario Dario era poeta. Murió en julio pasado, 2020). Mario Iver dice que Johnny apareció en un momento en que el ajedrez cruceño necesitaba renovarse. Dice que Johnny tenía una técnica agresiva, arriesgada, en parte porque era autodidacta –sin poder pagarse entrenadores y en una era preinternet, casi todos los ajedrecistas bolivianos lo eran. Pero hay autodidactas y autodidactas-. Johnny era pura intuición, dice Mario Iver, un suicida del tablero que sorprendió a la vieja guardia de métodos más calculadores y fríos.
Ese año viajó a un campeonato a Cuba y conoció al Che Guevara, quien le escribió una dedicatoria en un libro sobre el héroe Raúl Capablanca. Mario Dario era poeta. Murió en julio pasado, 2020.
En 1987, el cruceño Jorge Berrocal había conseguido en Chile ser el primer Maestro FIDE (MF) de Bolivia, una hazaña por esa época. El MF es un título que está detrás de los de MI y GM. Berrocal y el beniano Romelio Chávez llevaban tiempo repartiéndose los títulos nacionales en la categoría mayor. A mediados de los 90, Johnny aspiraba a algo más que un campeonato nacional —era el dueño absoluto del título para menores de 26 años— o MF —ya había uno—. Johnny empezó a focalizarse en algo que hasta ese momento era impensable en el país: ser MI. Para eso necesitaba ganar tres normas (o dos normas largas) y subir su puntuación Elo hasta 2400. text block. Click edit button to change this text. Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipiscing elit. Ut elit tellus, luctus nec ullamcorper mattis, pulvinar dapibus leo.
Para conseguir las normas de MI Johnny debía obtener buenos resultados en torneos donde obligatoriamente haya algunos rivales con títulos de MI o GM y que sean de otros países. Y para subir su puntuación Elo –la que reconoce la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE)- tenía que enfrentarse a jugadores que tuvieran un promedio arriba de los 2300 puntos. En 1996, Johnny tenía poco más de 2200 puntos de Elo. Sabía que debía irse del país. En Bolivia nunca organizaban torneos de esa categoría ni había jugadores con buen promedio. Ya se la pasaba varios meses del año viajando para competir, tendría que extremar aquello.
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En 1997 sucede algo increíble: Deep Blue, la computadora creada por IBM, derrota al campeón del mundo, el ruso Garri Kaspárov, en tan solo 19 jugadas. Ese mismo año, Johnny —que recién pudo comprarse una computadora en 2003— gana un torneo importante en Chile, el premio era 750 dólares: sería el monto más alto que obtendría en toda su carrera. Gracias a ese triunfo lo invitan a otro torneo en Argentina. Lo gana y obtiene el título MF —diez años después de Berrocal— y una norma larga para MI. Además, alcanza los 2300 puntos de Elo. Lo que significaba que con otra norma obtendría el título. De repente, estaba cerca.
Johnny dice que pudo haber destacado en cualquier deporte. Habla rápido, a veces es verborrágico. Cuando descubrió el ajedrez, quería ser taekwondista, pero lo que le ofreció ese tablero fue diferente. Recuerda a su padre enseñándole lo poco que él sabía y con eso fue suficiente. Su primer rival serio fue un amigo que siempre lo vencía, lo que provocó que Johnny quisiera saber más, mejorar. Con el ajedrez podía reimaginar todas esas estrategias bélicas que había conocido en películas y en libros de historia. Las torres, los caballos, los peones, los alfiles, las reinas y los reyes le hacían pensar en la Batalla de Beaugency, donde Juana de Arco tiene que buscar la forma de derrotar a los ingleses y así recuperar un puente vital para sus operaciones. O en la Batalla de las Termópilas, donde un reducido número de soldados griegos tiene que detener el avance implacable del imperio persa.

Cuando descubrió el ajedrez, quería ser taekwondista, pero lo que le ofreció ese tablero fue diferente. Recuerda a su padre enseñándole lo poco que él sabía y con eso fue suficiente.
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En 1998, Fabio Zambrana estaba listo para lanzar con su grupo Azul Azul un nuevo disco, se titularía El Sapo y tendría un éxito descomunal en la historia de la música boliviana. Ese año Johnny partió en busca de su destino. Se fue a Brasil, país que tiene campeonatos internacionales todo el año. Se instaló en San Pablo. Para vivir ahí pensó en una táctica militar: imaginó que tomaba un perímetro, lo controlaba y luego iba expandiendo ese dominio. Tuvo buenos triunfos y amargas derrotas, sintió la soledad de no tener a quién acudir porque no conocía a nadie. Mario Iver López recuerda que en una ocasión una mujer llegó a Santa Cruz desde Brasil triste porque había visto las condiciones en que vivía Johnny y quería que lo hagan volver.
Johnny en Brasil adquiere mucho temple. En Bolivia tiene seguidores, algunos de ellos lo colaboran en esa estadía. En uno de sus regresos, a finales de 1999, viaja a La Paz y visita a sus amigos del restaurant Casa Argentina. Ellos quieren darle una mano. Quieren organizar un campeonato con buenos jugadores a los que Johnny pueda ganarles y así obtener la norma de MI que le falta. Les informan que para eso tendrían que gastar 15.000 dólares. La Federación Boliviana de Ajedrez nunca ha tenido el presupuesto para organizar un torneo así. Los del restaurant pensaron que sería más caro. Ponen la plata y el Magistral se agenda.
En el primer trimestre del 2000 Johnny es campeón nacional mayor de Bolivia —derrota a Berrocal— y se prepara para el Campeonato Magistral Casa Argentina. Mientras tanto, Fabio Zambrana es un éxito mundial gracias a su canción La Bomba, y el presidente del país, Hugo Banzer, aún no anuncia su cáncer de pulmón que no le permitirá concluir su mandato.
Mario Iver López organizó el Magistral en su calidad de presidente de la federación de ajedrez. Quiso hacer un buen campeonato —que fuera favorable para Johnny—, pero por su inexperiencia se le fue de las manos: los jugadores invitados tenían un nivel altísimo. Cuando Johnny vio la lista (siete importantes MI de Chile, de Brasil, de Uruguay, de Perú y de Argentina; además de seis buenos ajedrecistas bolivianos), supo que sería casi imposible coronarse. Mario Iver se ríe del bochorno que sintió aquella vez:
– Uno de los árbitros internacionales vio los nombres y me recriminó. Me dijo que había arruinado la fiesta de Johnny.
En mayo del 2000 Johnny está nervioso, a pesar de que todos creen en él. En el magistral enfrentará a gente que admira y que tiene una gran trayectoria. Empieza bien pero la tercera noche recibe un duro golpe: pierde con un rival que no le tiene piedad. Se llama Oswaldo Zambrana, tiene 19 años, es de Bolivia y quiere robarse su gloria. “Esa derrota fue lo mejor que le pudo haber pasado”, recordará Zambrana 20 años después con una sonrisa tranquila. Tras ese traspié, Johnny despierta. Vence al MI chileno Rodrigo Vásquez, a un MI histórico de Brasil, Claudius Van Riemsdijk, al uruguayo Bernardo Roselli. Uno de sus rivales más duros es el MI argentino Norberto ‘Tucho’ Méndez, poseedor de un estilo que Johnny nunca antes ha podido contrarrestar, así que desde el inicio de la partida apuesta al empate. Lo logra. Su último rival es el boliviano Juan Carvajal, con otro empate se asegura el título. Pero, según Johnny, Carvajal no quiere dejarlo convertirse en MI. A cualquier precio. Carvajal va perdiendo y empieza a levantarse. Hace un movimiento y se levanta unos minutos, hace otro y se levanta por una hora. Si no vuelve la partida queda inconclusa, y para que el torneo sea válido, Johnny tiene que terminarlas todas.
– No quería que los de mi país me dejaran ganar, claro. Pero no me la pusieron fácil. Había mucha envidia en el ajedrez nacional porque yo iba a ser MI. En el magistral yo notaba una conspiración, más que todo de los ajedrecistas que no eran cruceños. Había que vencerme como sea.
Finalmente, Johnny gana. El 12 de mayo Johnny sale campeón del torneo y se convierte en el primer MI de Bolivia. Tiene 28 años de edad y 12 en el ajedrez. Su sueño de entregar este título al país se ha cumplido. Dos días después, Banzer lo distingue. En febrero del siguiente año le otorgarán la Victoria Alada Dorada al mejor deportista cruceño y en marzo recibirá otro galardón del gobierno, junto a otros atletas.
En la revista Peón x Peón de 2002 se cuenta la historia del ajedrez cruceño desde la fundación de la asociación local en 1945. Así se refieren al título de MI de Johnny: «Este año, Bolivia, por intermedio de su máximo exponente Johnny Cueto Chajtur, logra obtener la norma de Maestro Internacional en el Torneo Internacional Magistral Casa Argentina en la ciudad de La Paz. Desde la fundación de la Federación Boliviana de Ajedrez, el 12 de abril de 1938, en que su primer Presidente Dn. Víctor Reyes Velasco juró por la conducción de este noble deporte, el sueño era que algún día un boliviano llegue tan alto, hoy se hizo realidad para el gozo de todos los bolivianos. Los cruceños en particular nos sentimos orgullosos por este logro tan importante para el deporte».
Para Johnny fue una felicidad intensa. El título significó tanto en Bolivia que se organizaban grandes partidas simultáneas en universidades y plazas de La Paz y Santa Cruz en las que Johnny era uno de los invitados. En 2003, el diario cruceño El Deber cumplió 50 años y para celebrarlo llevó a cabo otro magistral con Johnny y otros MI del país y extranjeros, además de una simultánea donde participaron 200 aficionados. Ese 2003 fue el último año que Johnny creyó que podría ir un poco más allá de todo.
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El sacrificio es un movimiento en el que se entrega una pieza al rival con el propósito de sacar ventaja de ella. A veces se la ofrece para provocar jugadas favorables en el futuro de la partida, otras veces, se hace el sacrificio para ganar tiempo y evitar una derrota inminente. Pawn sacrifice —Sacrificio del peón— se titula así porque en la partida 10 del duelo Fischer-Spassky, Fischer, en una estocada mortal —e inmortal—, sacrifica un peón y desarma completamente a Spassky, condenándolo al sufrimiento para las partidas que quedaban. Johnny, después de convertirse en MI, sintió un vacío. Su vida le había planteado ofrecerse en sacrificio y no sabía si era para ganar o para evitar una derrota.

Durante muchos años se había identificado con el caballo, esa pieza que recorre el tablero con libertad, que puede saltar a cualquier lado. Ahora veía que el tiempo pasaba rápido, que quizás era tiempo de dejar la errancia del ajedrez, que quizás era tiempo de formar una familia. El vacío crecía porque la falta de apoyo continuaba. Sufrió humillaciones, como cuando en 2001 una empresa se comprometió a pagarle el viaje a un torneo en Colombia y a días de partir le dijeron que ya no. Aún así, Johnny viajó como pudo y lo ganó —y ganó 750 dólares por segunda vez—. En 2002 se dio el lujo de vencer en una olimpiada al indio Pendyala Harikrisna, que venía de ser el GM más joven de su país. Pero el vacío seguía. En 2003, él y Oswaldo Zambrana —quien un año antes le había quitado el título nacional y la prensa hablaba de él como ‘el nuevo rey del ajedrez nacional’— consiguieron financiamiento para viajar a Cuba y a España en busca de las normas de GM. En Cuba les fue mal. En España Johnny sorprende y gana un torneo. Días después se encuentra allá con su novia de entonces, y lo que iba a ser un breve viaje para competir se convierte en una estadía de una década.

Sufrió humillaciones, como cuando en 2001 una empresa se comprometió a pagarle el viaje a un torneo en Colombia y a días de partir le dijeron que ya no. Aún así, Johnny viajó como pudo y lo ganó -y ganó 750 dólares por segunda vez-.
Johnny dice que deja el ajedrez —salvo esporádicas participaciones— sin muchos traumas. En España trabaja varios años de mesero y de barman, algunos meses llega a ganar hasta 2400 dólares. Allá termina la carrera de Informática. Una vez que se estabiliza, viaja por un mes a Bolivia en 2008. Gana un torneo —un diario titula ‘El rey ha vuelto y busca su corona’—. Johnny y su esposa regresan de manera definitiva al país en 2013. Intenta poner una tienda de computación pero no lo consigue. Entonces, siguiendo su pasión por el cine instala una tienda de películas. De películas piratas. Ya van siete años en eso.
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Ese vacío es común en el ajedrez boliviano. Oswaldo Zambrana recuerda que ver a Johnny coronarse MI fue un gran impulso para su carrera. Reconoce el esfuerzo que hizo de irse a vivir fuera de Bolivia para lograrlo. Quiso ir más lejos que él. El año 2003 tenía el puntaje para ser MI pero no quiso reclamarlo. Quería ser GM, el primero de Bolivia. Lo consiguió en 2005, en un torneo de España. Tenía 23 años.
– Estaba en mi mejor momento, pero para seguir mi carrera necesariamente tenía que irme a vivir a Europa. Yo ya quería quedarme en el país. Son decisiones que uno toma. Quizás también me conformé con el título de GM, pero también mucho influyó la falta de apoyo.
Oswaldo, nacido en Sucre, tuvo un poco más de ayuda económica de parte de las autoridades, debido en parte a la visibilidad que adquirió el ajedrez desde el 2000, pero una vez fue GM eso se acabó. Apareció el vacío. Una vez con el título de GM, Oswaldo soñaba con estar entre los 100 mejores jugadores del mundo. Dice que ahora ya no se fija en qué lugar está, no le interesa -está en el puesto 1.409-. Es el ajedrecista número 1 de Bolivia y el actual presidente de la federación de ajedrez. Sabe que nunca tendrán los 100.000 dólares anuales de la federación peruana, pero al menos quisiera 10.000 para hacer alguna vez un torneo magistral por cuenta propia. Oswaldo no quiso ir a la universidad, el ajedrez es su profesión.
Ese vacío también lo está sintiendo Daniel Gemy, quien desde 2012 es el segundo MI de Bolivia. La modalidad para conseguirlo había cambiado y solo se necesitaba ganar un título importante. Gemy ganó un Panamericano Sub-20 en Brasil. Tenía 19 años, había empezado a los 12. Nunca antes un boliviano había ganado un torneo juvenil tan importante. Su ajedrez mejoró por las circunstancias adversas de su familia: en 2009 su madre emigró a España por trabajo, José Daniel y su hermano menor se fueron con ella. Allá estuvo en clubes de ajedrez -se contactó un par de veces con Johnny, no hablaron tanto de ajedrez sino del arreglo de su computadora. Johnny ya era informático-. Para 2011 su juego estaba muy bien, pero para ir a torneos tenía que hacerlo con el dinero que ganaba su madre. Perder era doloroso. Regresó solo al país ese 2011. Entrenó ese año con Oswaldo Zambrana. En 2012 logró ser MI.

Daniel enseña ajedrez para mantenerse. Mientras más enseña menos tiempo tiene para entrenarse. Daniel dice que el vacío lo hace dudar. Recuerda una triste anécdota que le contaron de Johnny yendo a un campeonato en Colombia con apenas 50 dólares en el bolsillo. Daniel quiere seguir.
Nataly Monroy acepta mejor su futuro en el ajedrez. Es una de las tres MI mujeres del país (la Federación Internacional de Ajedrez tiene un ranking paralelo de las MI y GM femeninas, a las que les exige menos puntos para conseguir estos títulos). Nació el 2000, el año del título de Johnny, pero el ajedrez lo llevaba en la sangre: su padre y su hermano mayor lo jugaban. A los 10 años era una competidora feroz. Estuvo entrenando unos meses con Johnny cuando este regresó a Bolivia, pero fue un paraguayo el que le abrió la cabeza, uno que solo preparaba hombres. A Nataly le dijo que la aceptaba porque tenía un juego ‘muy masculino’. Esa mirada machista le es muy familiar: no son pocas las veces que sus oponentes varones le dijeron que ella ganó porque los distrajo e incluso una ocasión en un torneo nacional juvenil tuvo la mejor puntuación, pero a ella la declararon ‘campeona mujer’ y a un chico que quedó segundo: campeón del torneo. En 2015, Nataly ganó un campeonato panamericano que la convirtió en MI, a sus 15 años, aunque aún no tenía el Elo requerido. Le llegaron comentarios sobre su calidad por ese detalle, y para acallar las voces ganó otros dos torneos similares. Ahora está en la universidad, resignada a reducir las horas diarias en el tablero, pero cuando se gradúe y pueda sostenerse seguirá compitiendo. Quiere llegar a GM. Ojalá pudiera ser como las hermanas húngaras Polgar, dice. Cuando Nataly asistía a las olimpiadas de ajedrez, siempre veía a mujeres de 50 años o más participando. Ella espera lo mismo para cuando tenga esa edad.

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Johnny acomoda las piezas del tablero en su tienda. Hace un par de años se divorció. Su mujer quería regresar a España pero él ya no estaba dispuesto a soportar eso, había estado más de 20 años moviéndose fuera del país. Ella se fue. Johnny dice que él forma parte de una generación de deportistas amateurs que se quedó a medio camino por falta de apoyo. Recuerda a la nadadora Katherine Moreno, al tirador Rudolf Knijnenburg, a la levantadora de pesas Nahir Salazar —que trabajaba de guardia de seguridad y después entrenaba—, a la maratonista Geovanna Irusta, al bicicrossista Paulo Víctor Aguilera, a la gimnasta Verónica Maturana —su padre llegó a hacer huelga para que ayuden a su hija—. Pero también se pueden agregar nombres actuales: el lanzador de bala Aldo Gonzalez -que tenía que trabajar de repartidor de hielo para sustentar sus gastos-, el tenista José Roberto Velasco —que abandonó ese deporte por falta de apoyo y se metió sin suerte al fútbol, para terminar participando en un reality show—, la racquetbolista María José Vargas —que no lo pensó mucho para irse a representar al seleccionado argentino a cambio de mejorar su carrera—. Tantos otros. Johnny aclara que no se fue a España en 2003 —el año de una de las peores crisis económicas y políticas de Bolivia— a buscarse una mejor vida. Esa estadía de diez años no fue planificada. No se quedó allá porque necesitaba dinero, que si hubiera sido así se habría ido en los 90, cuando la pasó tan mal. Solo se fue. Y dejó de jugar. Así fue. Johnny sabe que en Bolivia nunca van a valorar el ajedrez como deporte, y para él, el ajedrez es más que un deporte, es un arte “Bobby Fischer lo convirtió en un arte”, dicen en la película Searching for Bobby Fischer, de 1993, otra de las películas favoritas de Johnny.
En otros tiempos, cuando la ciudad no estaba paralizada por el virus, uno podía pasar un fin de semana a la medianoche por su local de la calle 21 de Mayo, y verlo ahí, con la luz de la computadora en el rostro, con las cajas de películas apabullando su escritorio, cubriendo las paredes. La mayoría de las veces Johnny trabajaba, otras veces, hacía tiempo para ir a algún bar del casco viejo cruceño.
Actualmente existen 3700 MI de ajedrez en todo el mundo y 1755 GM (solo contando los hombres). La hegemónica Rusia tiene 256 GM y 526 MI. Argentina, el mejor posicionado en Sudamérica, tiene 23 GM y 78 MI. Bolivia ocupa la última posición de este continente. En la pared del local de Johnny hay enmarcado un poema de Borges (“no lo he leído mucho a Borges, pero ese poema me impactó”, aclara Johnny). Uno de los versos dice: Dios mueve al jugador y este la pieza. Johnny dice que cuando lo aplauden por todo lo que consiguió él responde que preferiría haber tenido un entrenador que lo guiara. Desde que regresó ha venido compitiendo en campeonatos locales y nacionales, aunque hace más de un año que no lo hace. También ha estado entrenando a nuevos jugadores. En el ranking del país ocupa el puesto 6, en el ranking mundial oficial de la Federación Internacional de Ajedrez, ocupa el puesto 14.733. Pero dice que va a volver pronto. Por ahora compite por internet en campeonatos rápidos, como lo están haciendo casi todos los ajedrecistas del mundo.
– ¿Y tenés la misma pasión para jugar como antes?
– No —dice Johnny tajante, alargando un poco la vocal. Mueve un peón y sonríe, como si se hubiera dado cuenta que exageró en esa respuesta—. En los 90 era un tigre hambriento. Ahora tengo ganas de competir, pero decir que siento las mismas ganas, no —sonríe—. Aunque, puede ser que cambie.