A medida que baja el nivel de agua del Titicaca, científicos y comunidades aledañas de Bolivia y Perú colaboran para protegerlo. Tan poco profundas son las aguas que en la isla Pariti ya hay lugares en los que es preciso empujar la barca.

Es octubre de 2024 e Isaac Callizaya visita la isla Pariti, donde nació y creció. Situada en el Lago Menor del Titicaca, la isla emerge de las aguas superficiales con una forma que, según los lugareños, se asemeja a la de un puma. Mientras el padre de Callizaya empuja nuestra barca por el agua con una larga pértiga, se hace visible el riesgo ecológico que corre el lago. El agua es poco profunda. Se esfuerza por impulsar la barca a través de un lodo espeso. “Ya no es un lago”, dice Callizaya mientras jala la barca hacia la orilla. “Vamos a caminar por aquí en un par de meses”.
Su proximidad con las grandes ciudades de Bolivia y Perú, las cuales van creciendo rápidamente, ha provocado un aumento de las escorrentías industriales y domésticas, afirma Xavier Lazzaro, ecólogo acuático del Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo (IRD), que empezó a estudiar el lago Titicaca en 1979. En combinación con los cambios en el ciclo del agua y el cambio climático, Lazzaro dice que los niveles de agua del Titicaca han disminuido drásticamente en los últimos años. Señala que, aunque dichos niveles fluctúan estacionalmente, los medios han tendido a la baja en la última década. Citando datos de boyas hidrometeorológicas que su equipo desplegó en el Lago Menor en 2019, Lazzaro dice que la disminución ha sido de unos 100 milímetros por año desde entonces. “Algunos centímetros representan mucho volumen de agua para todo el lago”, explica Lazzaro por correo electrónico. El lago Poopó, parte del mismo sistema hidrológico, ha estado efectivamente seco desde 2015.
Como importante cuerpo de agua regional, el Titicaca proporciona humedad en la estación seca y almacenamiento de agua en la estación húmeda, explica Viviana Cruz-Hernández, ecóloga de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). El lago mantiene un microclima óptimo para las comunidades humanas y no humanas de sus orillas, añade. Sin el microclima que crea, “sería completamente árido, no se podría sembrar nada”, afirma. Pero todo esto está cambiando rápidamente, y los científicos y las poblaciones locales se esfuerzan por comprender los cambios, al tiempo que trabajan para proteger la biodiversidad de la región.
Problemas mundiales, repercusiones locales
La comprensión de la hidrología regional y sus implicaciones para la ecología humana y no humana también se complica por el hecho de que estas aguas abarcan dos países con unos cuatro millones de habitantes viviendo en su cuenca. Desde 1996, el lago está gestionado por una autoridad binacional denominada Autoridad Binacional Autónoma del Sistema Hídrico del Lago Titicaca, Río Desaguadero, Lago Poopó, Salar de Coipasa (ALT).
Un mecanismo binacional es fundamental, porque “ni el ecosistema ni los organismos se dan cuenta de que hay una frontera” dice Lazzaro, que ahora trabaja como especialista medioambiental en la ALT. Sin embargo, como Bolivia y Perú juntos aportan un presupuesto anual de menos de un millón de dólares, los países no se toman en serio la importancia de gestionar una vasta cuenca de la que dependen millones de personas, afirma. A modo de comparación, señala que la gestión de los ríos y lagos compartidos entre Estados Unidos y México implica a unos 400 funcionarios y empleados públicos a ambos lados de la frontera. “Aquí somos unos 20 más o menos, te puedes imaginar que es difícil hacer todo eso con poco efectivo”.
Como importante cuerpo de agua regional, el Titicaca proporciona humedad en la estación seca y almacenamiento de agua en la estación húmeda.
El Titicaca y otros lagos de su cuenca no son los únicos que pierden agua. Un estudio publicado en 2023 en Science descubrió que aproximadamente el 53% de los lagos más grandes del mundo experimentaron una reducción en sus niveles de agua entre 1992 y 2020. Estos cambios hidrológicos podrían tener importantes repercusiones para la vida humana y no humana en todo el mundo. Según el estudio, los lagos almacenan el 87% del agua dulce líquida de la superficie mundial, y aproximadamente una cuarta parte de la población mundial vive en la cuenca de un lago en contracción.
Dadas las preocupantes tendencias de descenso del nivel del agua a escala mundial y regional, los científicos están analizando los factores que provocan la pérdida de volumen de agua en el lago Titicaca y las repercusiones de estos cambios en la ecología de esta región.
Por ejemplo, Callizaya ha observado que las poblaciones de peces nativos e introducidos han disminuido rápidamente, obligando a muchas familias que dependían de la pesca a emigrar a las cercanas ciudades de La Paz y El Alto. Con la disminución del nivel de las aguas, Pariti y otras islas han dejado de ser islas durante la temporada seca, lo que permite el acceso a animales que antes sólo se encontraban en tierra firme. Los biólogos y los miembros de la comunidad también han observado una rápida disminución de las especies endémicas de peces, ranas y aves de la región. Según una evaluación realizada por ALT en 2021, en la actualidad sólo hay ocho especies endémicas de carachi (del género científico Orestias) en el lago, comparado con las aproximadamente 23 especies documentadas en la década de 1980.
¿Por qué se está reduciendo el lago Titicaca?
Los efectos directos e indirectos del cambio climático son factores claves que contribuyen a la disminución del volumen de agua en los lagos de todo el mundo, explica el estudio en Science. El lago Titicaca no es una excepción.
Por ejemplo, aunque el balance hídrico del Titicaca está poco estudiado, se sabe que una proporción sustancial de sus aportes de agua procede de la escorrentía glaciar. Un estudio publicado en 2009 analizó 21 glaciares de Bolivia y descubrió que su volumen disminuyó un 43% entre 1963 y 2006. En 2010, el glaciar Chacaltaya, uno de los mayores de la región, se derritió por completo.
La recesión glaciar tiene repercusiones directas en el Titicaca y otras masas de agua de la cuenca. “En general las montañas van perdiendo agua y por ende el lago”, explica Erick Loayza Torrico, ecólogo especializado en peces y nutrición de la Universidad de Gante (Bélgica), que lleva más de una década estudiando la región.
El aumento de las temperaturas influye en el retroceso de los glaciares, pero el cambio de los ciclos de precipitaciones también significa que la nieve y el hielo que se derriten no se reponen a un ritmo sostenible. La lluvia –otra de las principales fuentes de agua del lago– procede principalmente de la evapotranspiración de la Amazonía. Con sequías crónicas en la región, Loayza Torrico explica que las montañas se quedan con menos nieve y el Titicaca con menos lluvia. Combinadas, con menores entradas de agua al lago, corresponde una disminución anual de sus niveles.
Pero Marcos Andrade Flores, físico atmosférico de la UMSA, advierte del peligro de “echarle toda la culpa al cambio climático”. Aunque existe un amplio consenso en que desempeña un papel importante, Andrade Flores subraya que también hay muchos factores adicionales.
Con sequías crónicas en la región, el ecólogo Erick Loayza explica que las montañas se quedan con menos nieve y el Titicaca con menos lluvia.
Los factores regionales también impulsan los cambios en la sequía y las precipitaciones en la región. Por ejemplo, las quemas agrícolas en la Amazonía –que provienen mayormente de la agroindustria– aumentan el calor, agravan la sequía, eliminan los sumideros de carbono y reducen la distribución de la humedad en la región a través de la evapotranspiración. Un informe de 2022 de Global Forest Watch situaba a Bolivia en el tercer puesto mundial en pérdida de bosques primarios, después de Brasil y la República Democrática del Congo. Con la deforestación y los incendios forestales, la Amazonía aporta cada vez menos humedad al lago a través de la lluvia y la escorrentía glaciar, afirma Loayza Torrico. Cuando visité Pariti en octubre pasado, el cielo estaba lleno de niebla tóxica, consecuencia de la peor temporada de incendios de Bolivia hasta la fecha.
La sedimentación provocada por la minería y las escorrentías agrícolas e industriales a medida que crecen las ciudades agrava la tendencia a la disminución del nivel del agua. “El problema no es sólo que está saliendo el agua, sino que está entrando mucha materia orgánica”, afirma Arturo Muñoz, herpetólogo de la Universidad de Gante (Bélgica) que estudia los anfibios y reptiles de Bolivia desde 1998.

Realidades cambiantes para los animales acuáticos
A pesar de llevar años trabajando con ellas, el corazón de Gabriel Callapa se acelera de emoción cada vez que ve una rana gigante del Titicaca. “Cuando estoy nadando… las veo desde arriba” y parecen como una piedra, dice Callapa, biólogo del Bolivian Amphibian Initiative. Más de cerca, su piel marrón moteada de amarillo o blanco sale a la luz. Son “un poco tierna[s],” expresa Callapa con una sonrisa su pasión palpable a través de la ventana del Zoom. Tienen un aspecto “aplanado… con abundante piel”.
La rana (Telmatobius culeus), cuyos abundantes colgajos de piel le valieron el apodo de “rana escroto”, es endémica del lago Titicaca y está considerada en peligro de extinción por la IUCN Red List. Esta rana, que a veces supera los cincuenta centímetros de longitud, es una de las exclusivamente acuáticas más grandes del mundo y está bien adaptada a la vida en lagos altiplánicos. La rana respira exclusivamente a través de su piel, que está suelta y plegada para aumentar la superficie en un entorno con poco oxígeno, explica Muñoz. También tiene una alta densidad de vasos sanguíneos y glóbulos rojos de forma especial, con una gran superficie para optimizar el transporte de oxígeno.
En el duro ambiente altiplánico, las ranas gigantes del Titicaca son sensibles incluso a pequeños cambios ambientales. En el Lago Menor, por ejemplo, la poca profundidad hace subir la temperatura del agua, explica Muñoz. “Si está demasiado caliente, se meten debajo de las rocas”. Pero las rocas expuestas son cada vez más escasas, al quedar cubiertas por la escorrentía de sedimentos. El calentamiento del agua afecta la condición corporal y al metabolismo de las ranas, algo muy importante para un anfibio que tiene uno de los metabolismos más bajos de todos los vertebrados, añade. El agua más cálida también contiene menos oxígeno disuelto, un problema en un entorno donde el oxígeno ya escasea. La combinación de estos factores de estrés hace que la rana sea más susceptible a las infecciones fúngicas y otras enfermedades.
Además de los cambios de profundidad y temperatura, los elevados volúmenes de escorrentía orgánica procedente de aguas residuales insuficientemente tratadas han provocado la proliferación cada vez más frecuente de algas y la eutrofización de zonas como el Lago Menor. La escorrentía rica en nutrientes “genera un ambiente anóxico, pobre en oxígeno”, creando condiciones tóxicas para la mayoría de los organismos, explica Viviana Cruz-Hernández, que estudia en la UMSA la eutrofización de los lagos.
En la comunidad de Isaac Callizaya, en la isla Pariti, las poblaciones de carachis (Orestias) prácticamente han desaparecido.
Tras una floración de algas verdes especialmente intensa en el Lago Menor en 2015, desaparecieron ranas en unos 400 kilómetros cuadrados, explica Muñoz. “Si los niveles de agua disminuyen, la temperatura del agua va a aumentar… y este florecimiento de algas verdes va a ocurrir más seguido”. Sospecha que las adaptaciones que tienen estos animales serán insuficientes para enfrentar los rápidos cambios.
Otras especies también están luchando en respuesta a la desecación y otros cambios relacionados. En la comunidad de Isaac Callizaya, en la isla Pariti, las poblaciones de carachis (Orestias) prácticamente han desaparecido. Un estudio publicado por Erick Loayza Torrico y sus colegas descubrió que “las abundancias de los peces nativos suelen estar más asociadas a sectores con mayor profundidad”. A medida que los lagos se hacen menos profundos, hay “una reducción de la abundancia de los peces también”.
Para Gabriel Callapa, estos cambios son alarmantes. Le preocupa que, con el tiempo, la rana gigante del Titicaca llegue a desaparecer por completo. La extinción o extirpación de la rana crearía un desequilibrio en el ecosistema, ya que sus huevos sirven de alimento a las truchas y las gaviotas se comen a las ranas adultas. Si la rana desaparece, es posible que otras especies, como las de carachis, desaparezcan también en una reacción en cadena.

Ciclos de migración y lagos cambiantes
A medida que el cambio climático y otros factores antropogénicos ponen al límite los ecosistemas, las comunidades humanas de esta región, principalmente indígenas, también se ven obligadas a adaptarse.
La migración masiva ha tenido el efecto colateral de acelerar los impactos ecológicos en el Lago Menor. Conocida como el junco con la que los indígenas uros construyeron las famosas islas flotantes del Titicaca, ese pueblo así como el de los aymaras y quechuas han utilizado durante siglos la totora –un junco que puede alcanzar los seis metros de longitud– como material para fabricar embarcaciones y tejados, así como alimento para el ganado. La planta crece de forma natural en zonas poco profundas del lago y también se planta y cultiva. Ahora, sin embargo, según Callizaya, a medida que los miembros de la comunidad de su isla y alrededores se marchan a la ciudad, la totora se cosecha con menos frecuencia, con repercusiones ecológicas aún desconocidas.
Al llegar a la orilla de la isla de Pariti, pisamos una esponjosa plataforma de totora amarilla seca y caminamos una docena de metros hasta tierra firme. Callizaya señala la bahía de Cohana al este, donde vemos una llanura seca con unas vacas pastando. La “bahía”, ahora seca, es como Callizaya espera que sea el lago alrededor de su isla dentro de unos años. “Con el tiempo va a ser el salar de Pariti”, sentencia Armando, el padre de Callizaya.
Esfuerzos comunitarios de conservación
Se prevé que la desecación del Titicaca continúe. En un estudio realizado en 2022, Marcos Andrade Flores y sus colegas modelaron una serie de escenarios previstos de temperatura y precipitaciones para la región. Todos los modelos predijeron un aumento de las temperaturas mínimas y máximas para 2050, y cambios inciertos en las lluvias. Independientemente de los posibles cambios en éstas “sólo con esa subida de temperatura se tendría efecto sobre la evaporación”, afirma Andrade Flores.
Dada la trayectoria actual, las perspectivas para las especies endémicas y las comunidades humanas podrían parecer nefastas. Sin embargo, mientras que muchas zonas del Lago Menor podrían parecerse pronto a las llanuras áridas del lago Poopó y la bahía de Cohana, en el más profundo Lago Mayor los esfuerzos de conservación están proporcionando nuevas esperanzas a los ecosistemas y las economías locales.
Gabriel Callapa visita regularmente desde 2015 la Isla de la Luna, una de las principales del Lago Mayor. “Es un lugar muy, muy tranquilo”, dice, “donde puedes disfrutar del paisaje sin que escuches el ruido de un auto”. Es el sitio donde él y el Bolivian Amphibian Initiative estudian la rana gigante del Titicaca, trenzando conocimientos científicos y tradicionales para su conservación.

“Siempre he estado llegando navegando… en balsa, en botes a vela, ahora con remo”, dice Isaac Callisaya, comunario de Pariti. “De repente ya llegar caminando… va a ser un poco complicado de asimilar”.
Tras varios años estudiando las ranas de la isla, los miembros de la comunidad concibieron la idea de un proyecto de santuario. Ahora, iniciativas ecoturísticas permiten a los visitantes bucear con ranas y un nuevo centro de visitantes destaca la relación de la comunidad con ellas. “Ellos [la comunidad] se están dando cuenta de que la rana les da oportunidades de mejorar su calidad de vida”, dice Muñoz. El impacto a largo plazo del santuario, puesto en marcha en 2021, aún está por determinarse. Sin embargo, Muñoz y Callapa son optimistas sobre el potencial del proyecto para la protección de especies locales.
En el lado peruano, Ebelin Beluiza Vilca Cahuana y otras activistas de la red binacional Mujeres Unidas por la Defensa del Agua están trabajando para hacer frente a los retos de la disminución de los niveles de agua y el aumento de la contaminación mediante la limpieza de basura e iniciativas comunitarias de vigilancia del agua. Los líderes comunitarios también están poniendo en marcha proyectos de recogida de agua y agroecología. Esto, dice Vilca Cahuana, representa una “revalorización de los saberes ancestrales” de la gestión del agua. En diciembre de 2024, el colectivo presentó una propuesta al gobierno regional de Puno, Perú, abogando por que se otorguen derechos de protección como ser vivo.
ALT actúa en ambos lados de la frontera con iniciativas como la reintroducción de peces nativos, el monitoreo de lagos y campañas de concienciación y educación ambiental. La autoridad también ha realizado experimentos que demuestran la capacidad de filtración biológica de macrófitos acuáticos como la totora. Alrededor del lago, comunidades llevan mucho tiempo plantando la totora anualmente “sin que la academia participe”, dice Lazzaro.
En Bolivia, Gabriel Callapa reflexiona sobre la importancia de especies emblemáticas como la rana gigante. “Me da mucha tristeza lo que pueda llegar a ocurrir con estas poblaciones si alguien no toma acciones al respecto”, dice, señalando que la comunidad de la Isla de la Luna quiere mucho a la rana. Aunque reconoce que los individuos pueden hacer poco para frenar el cambio climático y la contaminación, considera que cada contribución es significativa. “Por más pequeño que seas, con tal de que tú lo hagas, es muy importante.”
Callizaya recuerda que nadaba en las aguas alrededor de Pariti cuando era niño, a finales de los 80 y principios de los 90, y que viajó a los pueblos cercanos en velero, zigzagueando por la costa. “Siempre he estado llegando navegando… en balsa, en botes a vela, ahora con remo”, dice. “De repente ya llegar caminando… va a ser un poco complicado de asimilar”.
Callizaya señala que sus antepasados contaban cómo, históricamente, partes del lago se secaban periódicamente. Los estudios de paleoecología también han documentado épocas secas y de inundaciones en el lago. Pero ahora, parece que la región se encamina hacia un otro periodo de desecación.
Aunque algunas fluctuaciones son naturales, “estamos acelerando ese ciclo”, dice Callizaya mientras miramos los paisajes de una colina en la isla. Desde el mirador se observa el lago, donde las matas de totora dan paso al ganado que pasta en la llanura que solía formar la bahía de Cohana.
Frente a la costa de la isla de Pariti, una mujer rema en una pequeña barca hacia tierra firme, dejando una estela de barro atrás. Reflexionando sobre la tendencia a secarse “no me asusta, pero sí me pone triste”, dice. “Para mí es un privilegio estar en una isla”, dice Callizaya, y añade: “pienso en mis hijos… o sea, yo les contaré que esto era el lago.”