¿Cómo explicar que mientras el país se va al tacho se opte por acudir a un escenario artístico? ¿Se puede acaso, hoy en día, obtener algo valioso a cambio de 50 centavos el minuto? El Festival Internacional de Teatro que acaba de celebrarse en Santa Cruz, contra toda crisis, prueba que sí.

Una vez más, como tantas otras, nuestro país va cuesta abajo. Yo soy orureño, y uno de los placeres lugareños es aventarnos por el tobogán al lado del santuario del Socavón. Subes las gradas, llegas hasta arriba, te da miedo, te lanzas, llegas abajo, y regresas.
Era cuestión de niñez y de juventud, pero también había sido metáfora política boliviana. La cosa es que estamos en plena bajada, sin plata, sin dólar, sin gasolina.
La otra semana pude ver algunas obras en el Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz y me puse a pensar: ¿Por qué me puedo dar yo estos lujitos, mientras la gente hace fila por aceite, fila en los surtidores de combustibles, fila para irse a trabajar a Chile?
Y ahí directo hice mis cálculos. La última obra que pude ver fue El brote, del elenco argentino Compañía criolla. Tremendo monólogo. Un solo actor, más de veinte personajes, soltura, exactitud, sobriedad en la escenografía, profundidad en el texto, balance en el contrapunto de las emociones, ternura, sorpresa, melancolía, desconfianza en el amor propio del espectador. Creo que nada se puede decir en contra de tan buena presentación. Y quisiera ponerme crítico, pero temo que no alcanzo a la talla de lo que he visto. Sé que el público también porque la ovación fue contundente. El actor debió volver varias veces a agradecer al público los aplausos.
Qué gran sensación de triunfo, como si los que hubieran actuado fuéramos los otros, cansados de darlo todo en las tribunas bajamos las escalinatas de la casa de la cultura satisfechos, resurrectos, alivianados. Un solo hombre nos había quitado 20 toneladas de estrés de cuello.
50 centavos el minuto
Ya casi llegando a la puerta se nos asomó a mi amigo Quincho Terrazas y a mí el fantasma del placer culpable. Hice mis cálculos. La entrada costaba 60 lukitas, la obra duraba dos horas. Yo no podía entender cómo es que ese buen ser humano del escenario me había cobrado sólo 50 centavos el minuto de fiesta espiritual. Cualquier mendigo de la calle cobra más caro sólo por tirarte a la cara la culpa de ser el prójimo de todo el mundo. No hablo de gente que ambula en necesidad, hablo de quienes hacen de la mendicidad su profesión.
Me felicité por haber asistido al teatro, por haber gastado tan bien mis 60 lukas. Pocas veces en mi vida he administrado tan bien mi economía.
A veces gasto dos o tres pesos en meterme en una trancadera de dos horas también. Ni qué decir de cuando se te va el crédito del teléfono y no sabes por qué.
Entonces, como no tuve la oportunidad de felicitar al elenco ni a los organizadores, me felicité por haber asistido, por haber gastado tan bien mis 60 lukas. Pocas veces en mi vida he administrado tan bien mi economía. Qué buen negocio hice ese día. Damas y caballeros, no hay nada más barato que esa satisfacción de obra concluida, el éxito. Desde luego uno sabe que hay detrás de ello mucho ensayo, esfuerzo, viajes, publicidad, gestión, trabajo con base de talento que claramente no ha sido improvisado, años seguramente.
Y todo por 50 centavos el minuto.
Para ellos el éxito ha costado mucho más que a mí. Pero estoy seguro de que la satisfacción final les hace decir que pueden más, que hay más todavía en el camino, que todavía hay más que recoger.
No sé si puedo dar ese todo por 50 centavos el minuto. Lo pienso y admiro más, no sólo al actor, sino a los distintos trabajadores del teatro y del arte en general. Pero eso no resuelve que yo me haya estado sintiendo millonario en un país en banca rota. Me confunde y me trastorna un poco. No ha sido la única obra que pude ver.
Agua y política
También llegaron mis paisanos, el elenco Urus Delirium, con una obra sobre los Urus del lago Poopó, explicando la tragedia que lo convirtió en desierto. Este año, el lago se ha recuperado y todo gracias a las excesivas lluvias producto de los incendios en el oriente boliviano. Qué bueno que hemos recuperado el lago, solamente nos ha costado hectáreas y hectáreas de ceniza de bosque quemado en una extensión del departamento de La Paz. La naturaleza está furiosa y por eso se viene también la bomba ártica.
La obra Los pueblos del agua está coreografiada, con música original y montaje excepcional. Como cuando ellos estaban trabajándola yo todavía estaba en Oruro, puedo dar fe de lo mucho que les ha costado: los ensayos hasta la medianoche, o casi desde la medianoche, y creo que alguna vez hasta después de medianoche. Una obra tesonera, cómica, reflexiva, cuestionadora a una sociedad contradictoria. Tan nuestra.
La cuestión es que, la obra también lo dice, “este país natural, se está aventando a la catástrofe ambiental”. La lógica de esto es tan evidente que uno se siente estúpido, porque como país y sociedad nos está costando millones, si lo queremos calcular en dinero, pero es mucho más terrible si lo calculamos en ética, en vida y biodiversidad.
Es un placer, otro lujito, poder carcajearse y desternillarse de la risa delante de alguien, compartir en la butaca esa venganza de la humillación que recibimos cada día.
Allí salen Teatro Jazz Stop y La Cueva para presentar La vúlgara politiqué de Kike Gorena, en la que ese absurdo se plantea de forma sardónica. Toda la obra es un trastelón de la política boliviana en la que se enfrentan cerdos contra ratas y no falta un zorro de por medio. Un guiño evidente a Rebelión en la granja y alusiones clarísimas a ciertos personajes que nos dan material para la risa en los noticieros. Sin embargo es un placer, otro lujito, poder carcajearse y desternillarse de la risa delante de alguien, compartir en la butaca esa venganza de la humillación que recibimos cada día, presenciando una telenovela que se juega con nuestro país, por mucho más que 50 centavos el minuto y a un costo que se le cobra absolutamente a todos.
Nostalgia
Contrapuntea 200 años de libertad de Oscar Barbery. Sinfónica de fondo, cantores de balcón, picardía de la viudita, el duende y la presentadora, heroísmo y alegoría. Es una obra de buena producción, accesible a todos los públicos que, claramente, nos muestra una Santa Cruz urgida de símbolos, de marcar un punto de estandarte frente a un cerco ruidoso de migración y centralismo.
Viviendo ya casi dos años en esta ciudad, puedo decir que es una Santa Cruz que me cuesta reconocer desde mi barrio Cumbre de las Américas en el camino a La Guardia. Los carretones me parecen tan fantásticos y fantasiosos. Santa Cruz de verde esperanza la veo más de verde nostalgia, de aquel antaño de patronazgo, vendaval, arenales y temblor de aire; puedo entender esta Santa Cruz cosmopolita, de cada día, de trajín laborioso. Son lugares distintos que necesitan convivencia. La gran masa no reconoce estos estandartes, los pasa por alto, les gana el día. Se duerme el ideal. Santa cruz, ya es varias ciudades, por eso su urgencia simbólica, su actualidad no puede reconocerse histórica. Y a pesar de que la obra es liviana y esperanzadora, no deja de ser el drama país. Con absoluta seguridad, también cuesta decir las cosas que se han dicho.
El país puede que nos cueste un huevo, pero el acceso a la cultura es casi gratuito.
Por último, fui a ver también Bodas de Sangre, puesta en escena por Salamandra Teatro. Y nuevamente me felicito por tener la oportunidad de ver una obra que ya está enmarcada en lo clásico, que definitivamente debe tener siempre un lugar en los festivales de teatro porque ninguna generación debería privarse de tener acceso a lo primordial y lo elemental. Además que es un reto de actuación, desde cualquier punto de vista, porque al ser tan añeja, sólo queda el camino de superar la versión anterior. Algo que históricamente se vuelve más y más difícil.
Aquí queda esta pequeña reseña del Festival Internacional de Teatro que me ha dejado en la profunda duda y desconcierto de no saber si soy rico o pobre. El país se está yendo al tacho… ¿qué hubieran hecho en mi lugar? ¿acaso puedo renegar de haber tomado camino hacia el teatro? Los desafío a que hagan algo mejor por 50 centavos el minuto.
El país puede que nos cueste un huevo, pero el acceso a la cultura es casi gratuito, el teatro es un lujo de primera necesidad.