PRIMER LUGAR
¿Quién soy cuando ya no puedo ser lo que me dijeron que era? Esta pregunta se hace la autora en el texto que analiza la obra Hamlet III de Kkin Teatro, con el que gana el primer lugar del Concurso de Crítica Amateur del Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz.

Diego Aramburo cerró el Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz con una obra que trasciende la icónica pregunta de “ser o no ser” y que la condensa en un cuerpo que se pregunta, se fragmenta y se desborda. Camila Rocha, intérprete absoluta de Hamlet III, sostiene con una precisión casi ritual los 70 minutos de este monólogo coreográfico, encerrada —pero jamás contenida— dentro de una cabina metálica de apenas un metro de ancho por 1,80 de largo, revestida por un plástico duro y transparente.
Ese espacio, iluminado desde el interior con luces LED frías, se convierte en un útero escénico donde la multiplicidad de Hamlet se reconfigura. El diseño escenográfico, austero pero eficaz, se sostiene con coherencia conceptual: todo ocurre ahí dentro, sin más ornamento que el cuerpo en transformación y una utilería mínima que adquiere peso simbólico. La iluminación —a veces tenue, a veces cortante— genera un juego de reflejos en el que la figura de Camila se duplica y hasta triplica en el plástico que la encierra. Su cuerpo, ondulante como una masa líquida, se descompone y recompone con movimientos envolventes y tensos mezcla de danza contemporánea y teatralidad gestual. La corporalidad es texto. El silencio, subtexto. Y la voz, un eco íntimo y feroz.
A su lado, Aby Villafán aparece como una figura muda y espectral. No interviene con palabras, pero su presencia escénica opera como un ente siniestro o testigo. Un cuerpo testimonio, un otro que no responde ni interpela, pero existe como huella y frontera. En esta obra, Hamlet no es príncipe. Es hijx. En la primera mitad, se lo nombra en masculino; luego, el género se desliza, muta, y se toma el femenino sin dramatismo. Y aún más allá: Hamlet III es ambos, o ninguno. No hay concesiones al binarismo. Aquí lo que importa no es definir, sino habitar la pregunta: ¿Por qué no ambos? La dualidad se encarna sin teorías: se manifiesta en el cuerpo, en el timbre, en la textura de la piel iluminada.
La propuesta de Aramburo y Rocha reescribe a Hamlet desde una cotidianidad boliviana con resonancias universales, desde el legado trágico de una familia rota hasta la indolencia social que empuja a existencias marginales al borde de la desaparición. “Ser o no ser” ya no es una duda filosófica, es una condena heredada.
El cuerpo queda como resto. Como residuo de una existencia que no ha sido resuelta, pero que se ha dicho con la radicalidad del arte.
Ser o no ser sobre la espalda de los padres ausentes u opresivos. Ser o no ser en el seno de una familia que gesta el machismo y lo perpetúa. Ser o no ser para no morir en el olvido colectivo. Ser o no ser con la carga simbólica de un género asignado que pesa como un mandato.
En una de las escenas más provocadoras, Hamlet III extrae una salchicha de entre sus ropas: un símbolo fálico que es inmediatamente ridiculizado y descartado. Poco después, se baja las medias y expone sus partes íntimas, mientras gira la cadera con movimientos entre irónicos y feroces, aludiendo a la fertilidad de su madre, a su propia carne como herencia impuesta.
Finalmente, se desnuda por completo mientras la baña una luz roja. Seis personas abandonaron la sala en ese instante. No parece una coincidencia. Es ahí donde el teatro revela cuando incomoda, cuando raspa, cuando obliga al espectador a enfrentarse con sus límites. La obra termina lentamente. Hamlet III se queda solo. Sola. Solx. Y se abandona.
El cuerpo queda como resto. Como residuo de una existencia que no ha sido resuelta, pero que se ha dicho con la radicalidad del arte. Y esa es la verdadera pregunta: ¿Qué queda después de ser?
Kiknteatr no hace teatro para el entretenimiento. Hace teatro como acto de resistencia, como lugar para desmontar la identidad nacional, religiosa, sexual, familiar. Cada obra es una pregunta lanzada al abismo —y también al espectador—: ¿quién soy cuando ya no puedo ser lo que me dijeron que era?
En Hamlet III esa pregunta reverbera con fuerza en el cuerpo de Camila Rocha, pero también en el eco de Aramburo, que desde la dirección moldea un dispositivo donde todo puede quebrarse.
No hay respuestas fáciles. Ni falta que hacen. Porque aquí, en este teatro, la duda no paraliza. La duda se celebra. Y con ella, se clausura un festival. No con certezas, sino con temblores.
Como debe ser.
El jurado destaca la capacidad de la autora de analizar los elementos escénicos, desmenuzarlos, para encontrar los sentidos que le permiten sustentar lo que interpreta y que se traduce en una pregunta para el/la lector/lectora, aun si éstos no hubiesen visto la obra: ¿Quién soy cuando ya no puedo ser lo que me dijeron que era?
El Concurso de Crítica Amateur de Teatro fue convocado por segunda vez en el marco del Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz. Son auspiciadores la APAC y las revistas Rascacielos y Okey.bo