Isabel Navia
¿Cuán inspiradora es Matilde Casazola que un tropel de artistas la estudian, toman su poesía y se lanzan a hacer una ópera?
De niña me gustaba el sonido de los vinilos con óperas que mi papá ponía en la voluminosa radiola de casa los sábados por la mañana, aunque no entendía de qué trataban esos cánticos que sonaban a llanto. Pasa que el arte es así, emociona, gusta o no, más allá de que se lo “entienda”. Experimentar la creación artística es esencialmente atravesar infinidad de sensaciones a la luz de una necesidad estética que se origina en mayores o menores grados de sensibilidad. Dudo que haya alguien completamente indiferente al arte.
Y como en un suspiro, unas décadas después me descubro en el teatro Gran Mariscal Sucre para asistir al estreno mundial de la quinta ópera boliviana, Matilde: en las ojeras de la noche, una obra pensada, diseñada, escrita, compuesta y producida para homenajear en vida y en vivo a esa gigante chuquisaqueña llamada Matilde Casazola. Fue una ocasión especialmente importante para la ciudad de Sucre, para la música y para mí. Asistir era una cuestión de identidad, me dijo alguien.
¿Por qué una ópera?
Camila Barrientos, la clarinetista en cuyo espíritu caló un fragmento de Matilde que fue en parte la semilla para llegar a esta obra, dice que la idea de hacer una ópera la incomodaba, entre otras cosas “por su conservadurismo y por la falta de mujeres protagonistas que no se maten o mueran por un hombre al final”.
Magela Baudoin, nuestra gran narradora, la que reunió a esa muchedumbre de escritoras en torno un libreto que a esas alturas ya pedía ser creado, afirma que quisieron establecer una conversación con la poesía de Matilde Cazasola y quebrar el género operístico, creado por hombres que escriben en solitario sobre mujeres dramáticas que van a morir. Un reto no menor, vaya coraje.
Para componer la música necesitaban a alguien que las acompañe en esta ruptura de paradigmas y Cergio Prudencio respondió al llamado. Tenía que suceder, imagino a las musas divirtiéndose.
Un verso roza el alma de una clarinetista en Brasil y se desata un afortunado efecto mariposa. Aleluya.
A sabiendas de que la ópera es lo que es, además de un gusto adquirido, la han intervenido con premeditación, usando sus elementos dramáticos para narrar la crisis de una escritora novel con dudas existenciales. A través del personaje, Mati, las autoras se preguntan sobre el sentido de ser escritora, imaginando a Matilde en ese trance, en una noche angustiante, literal y metafóricamente tormentosa.
¿Por qué Matilde?
Matilde: en las ojeras de la noche es un experimento en el que se plasma la libertad creativa, el talento y, por qué no, la osadía y el atrevimiento. Y lo que cabe preguntarse en este punto es ¿cuán inspiradora es Matilde Casazola que un tropel de artistas la estudian, toman su poesía y se lanzan a hacer algo así? Esta austera y gentil señora ha logrado, casi sin saberlo, movilizar a músicas, músicos, escritoras y artistas de variadas áreas y lugares para crear algo en torno a ella y su obra. La música, la poesía, el arte, son así. Un verso roza el alma de una clarinetista en Brasil y se desata un afortunado efecto mariposa. Aleluya.
Obra: Matilde: En las ojeras de la noche.
Música y dirección musical: Cergio Prudencio.
Dirección de libreto: Magela Baudoin.
Autoras: Magela Baudoin, Alba Balderrama, Paola Senseve, Ros Amils, Denisse Arancibia y Adriana Lea Plaza.
Mezzosoprano solista: Paola Alcócer.
Músicos: Camila Barrientos, Bruno Lourensetto, Élodie Bouny, Paola Machicado, Brusk Zandaneh, Eillem Stam y Claudia Machicado.
Escenografía: Gonzalo Callejas.
Puesta en escena: Gonzalo Callejas y Alice Guimaraes.
Video mapping: Carol Santana y Francisco Aguilar.
Iluminación: Ariel Hurtado.
Estreno: Sucre, 1 y 2 de septiembre.