Mabel Franco Ortega
Maritza Wilde tuvo dos hijos. Un divorcio la alejó de su primogénito y el otro lo tuvo como madre soltera. Ambos retoños crecen fuertes: uno en Santa Cruz y otro en La Paz, el que recientemente fue dado en adopción. Cosas del mundo teatral.
Existe en el reino vegetal una planta que popularmente se conoce como “malamadre”. Ocurre que de dicha planta de hojas lanceoladas se descuelgan, lejos del centro, plantines que la gente llama hijuelos. Como parece que la planta madre no quiere saber de esos hijos, que se apresura en deshacerse de ellos, pues de ahí viene lo de mala progenitora.
Pero, como saben bien los amantes de los vegetales, en verdad que la Chlorophytum comosum (nombre científico) no puede ser mejor mamá. Porque hay que ver cómo la planta de raíces gruesas sostiene a los plantines hasta que éstos se desprenden por sí solos o algún humano los corta para aliviar el peso y transplantar, con lo que se reproduce el ciclo de la vida.
Bueno. Para mí, Maritza Wilde, actriz, directora y dramaturga nacida en Perú pero arraigada en Bolivia, es como una “malamadre”. Ella lo cuenta en la Memoria del Fitaz que va a presentar este 2024 –durante el festival a celebrarse entre el 10 y el 19 de mayo–, documento que resume 13 versiones bienales y 25 años del festival internacional de teatro en La Paz: Maritza tuvo dos hijos.
El primero vio la luz en Santa Cruz de la Sierra el 10 de abril de 1997. “En un
solo día el proyecto fue aprobado tanto por las autoridades de la Prefectura
(hoy Gobernación), como las de la Alcaldía y de la Casa de la Cultura”, resume una todavía maravillada Maritza el resultado de las gestiones que hizo en tierras orientales.
Homero Carvalho, Edgar Lora y Gary Prado fueron los padrinos del vástago, se podría decir. Al menos a ellos reconoce esta madre que prefiere no nombrar a los padres, como ellos tampoco la mencionan ya en la historia del Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz. Así son algunos divorcios.
Lo bueno es que el hijo camba, que fue alejado pronto del amparo de la madre, creció y muy fuerte, al grado de que hoy es un joven que en 2023 alcanzó las 14 versiones ininterrumpidas al mando de la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC). Así pueden ser las paternidades cuando resultan responsables.
La Memoria del Fitaz será presentada por Maritza Wilde el mediodía del martes 14 de mayo en la Alianza Francesa.
Maritza pudo paralizarse entonces por la pena o dedicarse a reclamar por el hijo perdido, pero no lo hizo. Decidió, en cambio, volver a ser madre. Dos años después, en 1999, con tres meses de trabajo intenso luego del sí que le diera el alcalde paceño Germán Monroy Chazarreta –el padrino colla–, nació el Fitaz, Festival Internacional de Teatro de La Paz, un 17 de marzo de 1999.
“Fui madre soltera”, dice Maritza. El matrimonio fallido en Santa Cruz la escarmentó, aunque esto no lo dice, y así, prefirió seguir sola, sin formar una entidad organizadora, por ejemplo, lo que la cargó no pocas veces de deudas y desvelos. En este punto habrá que reconocer que la criatura tuvo algo así como un Hado Padrino de nombre Agustín Wilde, el esposo de la teatrista, sin cuyo respaldo seguramente el Fitaz no hubiese llegado a la adolescencia.
En todo caso, la madre vio, ya para el año 2018, que el hijuelo estaba lo suficientemente crecido y que ella no tenía ya las mismas energías para cuidarlo. En realidad, este hijo no es como cualquier otro, pues aunque sume años, siempre necesitará de quienes alienten sus pasos. Maritza, consciente de tales necesidades, intentó entregar la organización a la Secretaría Municipal de Culturas, entonces encabezada por Andrés Zaratti. Éste vio que, pese a toda la buena voluntad y recursos que puso su gestión ese 2018, era mejor que el Fitaz siguiese en manos de la sociedad civil, pues nada garantizaba que una nueva cabeza al frente del GAMLP le diese la misma importancia al festival teatral. El poder público puede ser, éste sí, un “malpadre” o el peor padrastro.
Para marzo de 2020 se habían puesto ya en venta los boletos de la versión 12 del Fitaz, que iba a empezar en abril… La pandemia frenó todo, suspira Maritza, aliviada de todas formas por la pausa obligada.
Ese tiempo lo utilizó para buscar al mejor adoptante posible. Y unos hijos del Fitaz, para seguir con la figura filial, fueron solicitados. Bernardo Arancibia y Carmencita Guillén, pareja de teatristas de una generación que creció con el festival, se convirtieron entonces en los padres del retoño en 2022, año en el que el festival apareció con nuevo brío.
La “malamadre” Wilde sostuvo al hijuelo hasta el límite. Abonó la tierra y entonces lo dejó ir. La planta, hay que decirlo, tiene otros nombres. Uno de ellos, puesto seguramente por conocedores cercanos de la Chlorophytum comosum, es “lazo de amor”. No es preciso añadir nada más.