Fotografía de Alma Tunante / Marcelo Meneses
Alex Aillón, poeta, periodista y gestor cultural boliviano, tiene una mirada crítica y poética que deja una huella singular en el periodismo cultural del país. Desde la palabra escrita y sus ideas, impulsa espacios de reflexión en los que la literatura, el arte, la política y la memoria colectiva dialogan con la realidad contemporánea. Su trabajo combina rigor intelectual con una profunda sensibilidad estética, creando una mística que invita a pensar desde los márgenes y a escribir desde las fisuras de lo cotidiano. Aquí su diccionario, sus palabras y sus ideas.
Andes (Teatro de los).- “Andes lo que andes, ándate por Los Andes…”, decía la canción de Amauri Pérez que ya pocos recuerdan (y lo recuerdan a él); viene del siglo pasado, de un cubano que fue parte del movimiento de la Nueva Trova, y en su letra nombraba la desolación, la pena, la soledad de estos paisajes y su gente, no tanto su belleza, su empecinada raíz cultural, su fuerza, su potencia, ahora, más bien, con justicia, rescatada. Con el Teatro de Los Andes llevábamos una vida sin conocernos, para luego encontrarnos y dar a luz Un buen morir; creo que no es un abuso decirlo: es una pieza hermosa y conmovedora. El Teatro de los Andes no es más que poesía en movimiento, como diría Octavio Paz.
Bicentenario.- Más frustración sobre la frustración.
Casazola (Matilde).- Un filtro de cristales que toca las formas cotidianas y las transforma en materia de un mundo musical y literario, al cual nos acerca gentilmente y del cual al parecer es una de las últimas salvaguardas de estos tiempos.
En este jardín de claroscuros
no podré decir jamás que no encontré ternura
que no encontré belleza:
tu mano colgada como un lirio
destellante de pureza.
Nubes negras por el cielo, sí
amenazantes
vaciando
su obscuridad sobre la tierra
muda y demudada.
Y es por estas palabras que nos conmueven de manera clara y diáfana, que nos hacen sentir limpios y portadores, también, del hecho poético, que todos queremos a Matilde.
Chambergo.- Y quizás el amor no sea más que compartir un chambergo, dos chambergos, un millón de dulces y almibarados chambergos, en una esquina del cementerio de Sucre.
Desamor.- Cuando llega el desamor no hay por qué alarmarse. Operación complementaria al amor, el desamor cierra el círculo de fuego y limpia sus cenizas y las lanza al vacío para que —dispersas— sean parte del remolino del pasado. El desamor le da sentido a lo perdido. Sea lo sea que haya sido. Euforia, dolor, desesperación, universos ardiendo en la madrugada, noches de cuerpos aferrados a promesas inverosímiles, ausencia de los días flotando en la nada, ojos/puertos de los que creías partir rumbo a alguna parte. Cuando llega el desamor, llega para vaciarnos, para restaurarnos, para alertarnos, para decirnos que el otro hace tiempo ya se fue. Cuando llega el desamor sujétate a su cuello, que no te arrastre el odio, que no te muelan el corazón a golpes los rencores, la ira, la miseria de saberte nuevamente humano. El amor y el desamor son hermanos crueles. Se dan la mano, se abrazan, ríen, pelean. Nadie gana, nadie pierde. Eres su obra. Te toman del suelo y elevándote al cielo como a un recién nacido, contemplan orgullosos en lo que te han convertido: un ser perfecto, radiante, solo.
Eliodoro.- Mi padre, un periodista, un revolucionario, un poeta. Don Eliodoro no dejó de ser nunca un niño, un niño pobre (llevaba a cuestas la herida de su niñez), pero un niño que resistió a su destino, un niño cargado de palabras fuertes, de sueños inmensos, de luchas y solidaridades a toda prueba. Un niño que iba a construir con su mirada, su cuerpo y su risa, otros horizontes, otras historias de amor, amistad y coraje. Un niño que iba a saber plantarle cara al poder y a la injusticia. Un niño que iba a saber dar la mano cuando la daba, que iba a saber abrazar con toda la vida, con toda la muerte, que iba a saber decir amigo de verdad, un niño que iba a exigir la palabra confiscada desde siempre con toda la dignidad y grandeza de su cuna humilde. Un niño destinado a ser un hombre querido, respetado, recordado y llorado.
Facebook.- Mi cuaderno de notas. Un ejercicio de humildad. Un instrumento para la circulación de mi poesía.
Gabriel (Chávez).- Mi enemigo íntimo. Fuimos los mejores amigos y los peores enemigos. Esa rivalidad, sin querer queriendo, me ayudó a escribir parte de mi obra temprana. Ahora, el tiempo ha hecho su trabajo y ya no recordamos ni de qué nos peleamos, creo que fue una decisión mutua parar la inútil batalla, ya que nos veíamos las caras con frecuencia en festivales de poesía y espacios comunes, así que ahora hacemos cosas más provechosas, como reírnos del pasado y hacer encuentros como Enemigos íntimos y las Rutas Poéticas del Bicentenario, que este año llegó a Uyuni. Creo que es justo decir que Gabriel es un gran poeta, el más internacional de los bolivianos.
Hombres (que no resuelven).- Sí, generalmente, los hombres no resolvemos nada, más bien lo jodemos. En este mismo momento no sé si lo estoy haciendo bien o lo estoy haciendo peor. Pero, bueno, Hombres que no resuelven es un intento de llevar, de vez en cuando, el humor sin sentido o con sentido, al tik tok. El humor es algo que siempre me ha interesado. La poesía generalmente tiene un modo de presentarse y ser tratada de manera muy seria, porque se trabaja con el lenguaje en su forma más intensa. Pero como hay poesía que trata el lenguaje y la realidad de manera “seria” también la hay, quizás en su forma menos frecuente, la que lo hace desde el humor. Gente como Leonard Cohen o James Tate o Nicanor Parra son un gran ejemplo de ello. No es fácil lograr el humor en la poesía; es un arte mayor, en realidad. En la narrativa tenemos muchos más casos; uno de ellos es el del gran Roberto Fontanarrosa, que decía que a él no le interesaba el Premio Nobel de Literatura y que tampoco le interesaban las definiciones que hicieran de él, que se conformaba con que alguien viniera y le dijera: “Me cagué de risa con tu libro”. El humor es lo único que ha salvado siempre al mundo. Un mundo que no ríe y no ve las cosas con humor, es un mundo que cae fácilmente en el fascismo. No existe un mundo tolerante ni una sociedad democrática posible, si se ha perdido el humor. Reírnos de nosotros mismos es importante. Hombres que no resuelven se trata de eso. Siempre trato de reírme de mí mismo, para recordar que no soy tan importante, que nadie lo es, en realidad.
Idea.- No tengo ni idea. Tenía una, hace un momento, pero se desvaneció, como se desvanecen las nubes, supongo, como se desvanece todo.
Juventud.- Recuerdo que era algo bueno, bonito y barato.
Pun(k).- El reto a la generación de los hippies y sus florcitas. Un movimiento y generación que le recordó al mundo lo horrible que es el mundo, y que eso de que lo único que necesitas es amor, es una basura.
Le/Brown.- Mi gato, el “mi”, de mío, es tan relativo en este caso, porque, como decía Neruda, Le/Brown, como cualquier felino, es un pequeño emperador sin orbe.
Mala (educación).- Mi primer programa de radio. Lo iniciamos hace ya muchos años con mi amigo, el poeta y antropólogo Gabriel Salinas, en el que hablábamos de política, música y poesía. Con terquedad se está sosteniendo en el tiempo y es un espacio para pensar Bolivia desde el Sur, y para alimentar la cultura y todas sus expresiones. En realidad, no tiene nada de mala educación, ni de incorrección, salvo el Cuervo de Poe que agarra a picotazos a todos los políticos al final del programa. Creo que, en su originalidad, sin embargo, radica su ya larga trayectoria. No dejen de escucharlo, los sábados, por 90.1 FM, Correo del Sur Radio. A su servicio, por cierto.
Negro.- Mi apodo. Me dicen Negro aunque sé que no soy un negro de verdad, y me da pena, pero en una ciudad como Sucre, tan blanca, ser negro es un signo de distinción, ser blanco es tan ordinario, tan vulgar. Me gusta que me digan Negro y creérmelo. Es una labor importante ser Negro en la Ciudad Blanca, porque alguien tiene que darle color a este lugar, aquí los blancos parecen fantasmas.
Monta(ñ)a.- Alguna vez, una de las Madres de la Plaza de Mayo, en Argentina, me dijo al despedirnos: “Nos volveremos a encontrar, las montañas nunca se encuentran, los hombres, siempre”. Pero yo, que siempre he vivido entre montañas, jamás he visto una montaña sola, siempre están acompañadas de una nube, un cóndor, un sol, una luna, y cuando se abrazan, hacen una cordillera, en cambio, nosotros, pobres.
Opinar.- No quiero opinar al respecto.
Puño (y Letra).- Suplemento Cultural del diario Correo del Sur, de Sucre. Uno de los más longevos de Bolivia. Resiste empecinadamente gracias al apoyo de Marco Dipp, director y dueño de Correo del Sur, si no, ya se hubiera borrado hace tiempo. Gracias Marco. Alguien tenía que agradecerte.
Quito.- Mi primer hogar. Mi niñez todavía corretea junto a mi hermano y mis amigos en los potreros a las orillas del Pichincha, y mi juventud sigue cantando pasillos amanecidos, delirando de amor, en las esquinas llenas de neblina de La Floresta. Quito, carita de Dios.
Revolución.- Desde pequeño mi padre me enseñó dos cosas: que no había que contarle tus pecados a un cura y que la revolución venía en camino. Mandé al cura a la mierda en la escuela, pero la revolución, al menos para ese entonces, me decían, era imparable. Yo no sabía por dónde, ni de dónde, ni a lomo de qué venía, pero a mí me extrañaba que la revolución por estos lados, siempre estaba cerca, aunque nunca llegaba a alcanzarnos; luego ya nos alcanzó, al menos una especie de revolución, desde entonces no quiero ni saber de ella.
Sucre.- El lugar exacto. Siempre me preguntan por qué es que no me he quedado en otra ciudad, en otro planeta, o aún mejor, en otra galaxia. “Deben haber galaxias muy bonitas allá afuera”, dicen. Pero no. No es tan fácil. Allá afuera no saben lo que es la ternura de los actos sin sentido, del amor sinsentido, de la tristeza sinsentido, de la pasión sinsentido, del sinsentido de la vida. No, no saben. Puede que Sucre no sea el lugar perfecto, pero es el lugar exacto.
Tunante (Alma).- Mi amigo/hermano, un gran fotógrafo, una mezcla de gato gigante y mi amigo Totoro.
Urnas.- El abismo oscuro donde van a parar nuestras esperanzas de una Bolivia mejor.
VV´s.- La mejor banda de punk/rock/grunge/pop/folk/death de Bolivia y sus alrededores. Dos señoras muy educadas ‘y escandalosas a la vez. Se las recomiendo vivamente; aunque no hayan grabado ni una sola canción hasta el momento, no tienen desperdicio. Espérenlas, ya llegarán Tota y Tita.
Walkman.- La última tecnología de mi generación. Mi primer walkman con casete TDK me lo robaron, recuerdo que lloré 19 días y 500 noches. Antes nos costaba conseguir esas cosas, sobre todo si no eras rico. El que haya sido (el ladrón), seguro que tuvo una vida infeliz y ahora arde en el infierno donde, como castigo, le ponen música de Enrique Iglesias a todo volumen por el resto de la eternidad.
XX (siglo).- Fue el siglo de mi generación. No somos hijos de los hippies. A la mierda con los hippies. Nosotros somos hijos de los revolucionarios. Los que querían cambiar el mundo a la mala, porque el mundo era malo de verdad. No es que haya cambiado mucho. Pero nos hemos vuelto complacientes. Ahora los payasos son los dueños del circo. Ya nadie ama nada lo suficiente como para jugarse la vida por la vida. Todos administran su cariño. Todos se han vuelto unos miserables banqueros. A nuestra generación nadie le enseñó a contener sus sentimientos. No nos enseñaron a hacer eso. Mi generación es la generación de la rabia, la generación de la ira, del escándalo ese al que llamábamos amor. A nosotros nos enseñaron que el mundo es un lugar horrible, rodeado de bruma y de neblina, pero que el amor y la poesía le plantan cara a la muerte. Nos enseñaron que amar es la única forma de resistir. Es lo que nos enseñaron y eso es lo que hacemos. Amar para resistir. Por eso no nos hablan. Por eso no somos bienvenidos. Por eso no nos invitan. Por eso nos ponen X.
Yamparas.- Una gran cultura. Un pueblo guerrero y valiente (no nos olvidemos de Jumbate). Un orgullo para Chuquisaca y Bolivia.
Zeppelin (Led).- No sé qué decir. A mí, Led Zeppelin me cambió la vida. A mis doce años fui al cine Fénix de Quito, un cine que ya no existe, a ver The song remains the same. Era muy joven, jamás les había escuchado. Son casi cuarenta años. Cuando salí, ya no era el mismo, la canción ya no era la misma, el rock ya no era el mismo, el mundo sonaba diferente, sonaba con la fuerza y la vitalidad de una verdadera banda, sonaba como Led Zeppelin.
Alex Aillón Valverde (Sucre, 1969), poeta, periodista, escritor, gestor cultural.